A menudo percibimos la realidad de manera contradictoria. A veces, nos parece vivir en un mundo cada vez más caótico, vertiginoso y menos controlable por el “hombre común”: Frecuentemente sentimos que muchas decisiones importantes para nuestras vidas son tomadas en un lugar lejano por personas de las que ni siquiera conocemos su existencia. Pero, al mismo tiempo, recibimos y reproducimos cotidianamente un discurso que privilegia la responsabilidad del individuo por sobre cualquier condicionamiento social. Por ejemplo, cuando se culpabiliza a los desocupados, con la conocida frase “aquí no trabaja el que no quiere” diciendo que, o bien no se capacitaron lo necesario, o bien no buscaron trabajo lo suficiente. Así, la desocupación pasa a ser presentada como un problema individual, con causas individuales y, quizás, lo más importante de este tipo de argumentación, con soluciones individuales.
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