Resulta interesante hacer una separación entre aquellos pensadores que presentan un sistema cerrado de ideas, y aquellos otros cuyas conceptualizaciones son esencialmente abiertas. Sin duda Winnicott pertenece a este segundo grupo. En su máxima expresión, su narrativa resulta para el lector, una invitación a trascender aquello que él ha escrito, casi a modo de un interjuego. Algunas de sus formulaciones más características son presentadas en un estilo tan compactado y lacónico que requieren de un activo compromiso de parte de la imaginación del lector a fin de ser comprendidas. Un depurado ejemplo de este estilo lo encontramos en su trabajo “El Rol Especular de la Madre en la Familia y el Desarrollo del Niño”. Winnicott comienza ofreciéndonos una breve descripción de cómo el bebé inicia su separación de la madre. Este bebé observa las cosas del mundo circundante y entre ellas se topa con la cara de su madre. Winnicott se pregunta: “¿Qué es lo que ve el bebé cuando mira la cara de su madre? Deseo sugerir que lo que comúnmente ve es a él mismo” ( 1971, p. 131 ). En estas dos breves oraciones, Winnicott nos ofrece la tesis de su escrito. El traza la imagen de una madre que mira a su bebé, así como también perfila los cambios que se observan en la cara de la madre que ha registrado el hecho de haber sido “vista” por su bebé. De este modo el bebé se ve en términos de la diferencia que establece con la cara de su mamá, una diferencia específicamente relacionada con la respuesta de la madre al niño. Es así como el bebé se ve, por así decirlo, en la sonrisa de su mamá o en el brillo de sus ojos. Winnicott describe la cara de la madre, en términos del desarrollo, como precursora del espejo. Lo que el bebé o niño verá cuando investigue en el espejo, habrá estado determinado por aquello que vio cuando fijó su mirada en el rostro de su madre. Algunas madres no devuelven al bebé el reflejo de él mismo. En un rostro rígido o colmado de ansiedad el bebé no logrará verse sino sólo ver a su madre, particularmente su estado emocional y sus defensas. Por su parte el bebé no tendrá la impresión sensorial de haber sido visto por su madre. Si estas fallas en el reconocimiento quedan establecidas como un pattern (modelo) no se desarrollará la tendencia creativa del bebé para establecer relaciones con aquello que lo rodea. Según Winnicott: “Si el rostro de la madre no ofrece respuesta, entonces un espejo será un objeto para mirar y no para investigar” (p. 132). Investigar, opuesto a mirar, implica: “Un intercambio significativo con el mundo, un proceso de ida y vuelta por el cual el enriquecimiento propio se alterna con el descubrimiento del significado en el mundo de las cosas vistas” (p. 132).
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